martes, 4 de octubre de 2011


Orange y Lemon
Eva Palencia

Estos peces ahora viven conmigo. Samuel se empeñó en comprarlos y no pude negarme. Por las mañanas, mientras desayuno, me dedico a mirarlos. Se mueven lentamente, la pecera no da para más, abren la boca continuamente, nunca cierran los ojos. Creo que ellos no pueden verme, simplemente, supongo, sienten mi presencia y se asustan cuando pongo mi dedo delante de sus narices, si es que tienen narices.
A las tres, que es cuando Samuel regresa del instituto, les damos de comer. A veces Orange se traga prácticamente todo dejando a Lemon mustio. Otros días sucede justo lo contrario.
Nos imaginamos que se llevan bien, que se están haciendo amigos, pero no sé yo, en el fondo creo que comienzan a no soportarse. Demasiado tiempo juntos sin prácticamente nada que hacer.

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