martes, 17 de mayo de 2011


El pozo
Eva Palencia

En el pozo hay una mano negra que sale si te asomas. Yo nunca me asomé hasta hoy. Fui protegida por la cámara y la mano no salió. Esperé durante horas y nada y entonces me cansé y disparé. Mi padre se asustó y me regañó y yo puse la cámara en el suelo y lo abracé. Volví a mirar ya sin cámara y la vi. No era negra, como siempre habían dicho, era una mano pálida, sin vida.

Tu cuello
Sara Gómez

Me gusta besarte el cuello. Cuando me apetece morderlo me reprimo y simplemente lo rozo con mis dientes. Me alejo a veces de él, tratando de aplacar las ganas y, cuando ya se calman, me acerco de nuevo y lo paseo con mi lengua. Adoro tu cuello, la delicadeza de la piel, la transparencia... Me gusta dormirme acurrucando mi cabeza en él, tapándome con tu pelo si hace frio.

jueves, 12 de mayo de 2011


Pavo blanco
Eva Palencia

Ayer daba un paseo por los maizales. Había muchas flores silvestres, de mil colores. Inspiré lentamente su agradable aroma con los ojos cerrados. Intenté descifrar hacia dónde me llevaba el olor. Después, las desnudé una a una e introduje mis ojos en su complejidad interior. Hice un viaje al mundo minúsculo, ese que reproduce el galáctico, y, al regresar, recordé las palabras de Roy en Blade Runner:

Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais...
atacar naves en llamas más allá de Orión,
he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser.

Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

Es hora de morir.

"Yo no he visto tanto", pensé, y seguí mi camino.

martes, 10 de mayo de 2011


Sahara
Juan Gálvez

Yo quería ir a la escuela. Le daba la tabarra a mi madre cada día y ella, cansada de oirme, me llevó. La maestra dijo que aún no tenía la edad, que tenía que esperar, y nos volvimos a casa de nuevo. Mi madre se puso a barrer y yo salí al corral y empecé a matar hormigas.

viernes, 6 de mayo de 2011


Desfile de carrozas (Marchamalo)
Eva Palencia

Hace poco, de forma casual, descubrí por qué me apasiona Oriente. Había entrado en una librería y en la zona de libros de arte comencé a hojear uno sobre China. Me detuve, inconscientemente al principio, ante una lámina que ilustraba a una mujer con quimono frente a un paisaje. Yo había estado allí, hacía mucho tiempo, cuando, de niña, copié esa misma escena en la escuela de mi pueblo. El pasado se presentó de sopetón, ante esa imagen que convivió conmigo un par de tardes, puede que más. El pasado y la razón de mi interés por lo oriental.