miércoles, 19 de mayo de 2010


Perlas
Luis Obispo

Hace tiempo, durante la siesta, cuando todo el mundo dormía en la casa, yo salía al patio y me ponía a mirar esos agujeros de seda donde vivían las arañas. Esperaba y esperaba hasta que la araña se asomaba y entonces saltaba hacia atrás por temor a que se lanzase a mi ojo. La araña temía lo mismo que yo y desaparecía en la oscuridad de su cueva. Yo entonces cogía un palo y lo introducía con intenciones asesinas.

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