lunes, 15 de noviembre de 2010



Luis Conte Marín

En invierno me gusta estar en casa. Si es domingo me levanto tarde y desayuno a lo grande, lentamente. Después leo durante un rato, con las cortinas del salón reducidas hacia los lados de la ventana. De vez en cuanto cierro el libro y observo las gotas de lluvia, si es que llueve. Después de comer veo una película, o echo una siesta, según me dé. En invierno me vuelvo arisca y un tanto misántropa. Me encierro en mí misma, dentro de mis espacios, necesito recuperar energía y reducir el desgaste de la que queda al mínimo, para no sucumbir a la tristeza de esa luz tan tenue que tiende a inmovilizarme.

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