domingo, 26 de septiembre de 2010



Elsa
Eva Palencia

Mi gata se llamaba Elsa. Le gustaba contonearse al andar, mirándome de vez en cuando, con cierto desprecio a veces, con indiferencia otras, nunca con amor. Yo la seguía a cierta distancia y cuando se paraba a mirar el infitino la acariciaba, con cierto temor. Elsa giraba la cabeza al sentir mis dedos sobre su lomo y entonces yo me apartaba. Yo la quería de forma ilógica, sin un porqué. Aún la quiero en el recuerdo, sin comprenderla.

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