domingo, 6 de marzo de 2011


Se acaba el día
Elena de Andrés

Hace algún tiempo, no mucho, tenía pánico a la soledad. Más de una hora alejado de cualquier presencia humana lo sumía en una angustia desconcertante. Vagaba por la casa dejando un rastro nervioso. Abría la nevera y comía cualquier cosa, sin hambre. Se tumbaba en la cama, no más de cinco minutos. Volvía al estudio. Se mordía las uñas. A veces se duchaba para olvidarse del tiempo, para dejar de sentir el vértigo de saberse sin compañía.
Ahora todo es bien distinto. Ya no se teme. Se ha reconciliado consigo mismo y sabe cómo soportarse, sin miedo. Hoy, por ejemplo, ha disfrutado de la frescura del sol de marzo, del relax de una comida frente al televisor, de la lectura en el sofá, de un café con la mente en Babia, de un par de conversaciones telefónicas, de tres capítulos de su serie favorita, de los colores del cielo, de no tener prisa, del silencio ...

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