miércoles, 6 de octubre de 2010


Primavera
Elena de Andrés

Cuando mi hijo era pequeño fui con él al campo. Lo llevaba en brazos pues sus débiles piernas no aguantaban demasiado. La mañana era fresca pero soleada. Le había puesto un jersey de lana de esos que le hacía mi madre, con cenefas. No nos cruzamos con nadie.
Al llegar al camino que conduce al cementerio me senté un rato a descansar sobre una roca y a él lo coloqué a mi lado, en la hierba. Había margaritas a su alrededor y él comenzó a deshojarlas. De cuando en cuando me miraba y sonreía. Yo le daba algún qué otro beso, lo achuchaba, le hablaba y a veces lo dejaba en paz, embebido en su mundo de sensaciones, tranquilo al sentirme cerca, contento y feliz de existir.

No hay comentarios: